
El 26 de enero se celebró el Día Mundial de la Energía Limpia, una iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas para impulsar la transición energética. En este contexto, es común confundir los términos energía verde y energía limpia, aunque presentan diferencias fundamentales. Comprender sus significados permite tomar decisiones responsables en un mundo que exige cambios urgentes en la generación y el consumo de energía.
En un momento crucial para el futuro energético global, la discusión sobre las fuentes renovables cobra mayor relevancia. Actualmente, el 80% de la energía mundial proviene de combustibles fósiles, lo que genera un impacto negativo en el medio ambiente y en la calidad de vida de millones de personas. La energía limpia se presenta como una alternativa clave para reducir esta dependencia y avanzar hacia un modelo más sostenible.
¿Qué es la energía verde?
La energía verde proviene exclusivamente de fuentes renovables y no genera contaminantes ni residuos tóxicos. Ejemplos destacados incluyen la energía solar, obtenida mediante paneles fotovoltaicos, y la eólica, generada con aerogeneradores que transforman el viento en electricidad sin emisiones de gases de efecto invernadero. Estas tecnologías ayudan a proteger el ecosistema al minimizar el impacto ambiental y mantener el equilibrio del planeta.
Sin embargo, no todas las fuentes renovables califican como energía verde. Los biocombustibles, como el etanol, aunque derivados de plantas, requieren prácticas agrícolas intensivas que pueden causar deforestación o contaminación del suelo. En cambio, tecnologías como las centrales geotérmicas y las hidroeléctricas bien gestionadas cumplen con los estándares de energía verde, ya que aprovechan recursos naturales sin alterar significativamente el entorno.
Energía limpia, un término con un alcance mayor
La energía limpia abarca un concepto más amplio que la energía verde, ya que no se limita a fuentes renovables. Su característica principal es la ausencia de emisiones contaminantes durante su uso, lo que la convierte en una opción viable para reducir el impacto ambiental. La energía nuclear es un claro ejemplo, pues genera electricidad sin liberar dióxido de carbono, aunque no se considera verde debido a los desechos radiactivos que produce y su compleja gestión.
Otras tecnologías, como los sistemas de captura y almacenamiento de dióxido de carbono, también forman parte de la energía limpia. Aunque ayudan a reducir emisiones, algunas dependen de la quema de combustibles fósiles y no provienen de fuentes renovables. Mientras la energía verde busca proteger el ecosistema en su totalidad, la energía limpia prioriza minimizar las emisiones directas, lo que la convierte en un concepto más amplio e inclusivo.
Petramás y la transición energética, un reto global para la energía limpia
Petramás está comprometido con la mitigación del cambio climático a través de la implementación de tecnologías que producen energía limpia. Gracias a su enfoque en soluciones sostenibles, la empresa contribuye a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promueve un futuro más verde y responsable.
Las innovaciones de Petramás incluyen el uso de tecnologías que aprovechan los recursos naturales de manera eficiente, como la conversión de residuos en energía. Estas soluciones no solo generan energía limpia, sino que también ayudan a gestionar de manera adecuada los desechos, contribuyendo a un entorno más saludable.
El trabajo de Petramás es fundamental para avanzar en la transición energética. La visión de Jorge Zegarra Reategui ha impulsado a la empresa a invertir en proyectos que integran energías renovables y prácticas sostenibles, marcando una diferencia significativa en la lucha contra el cambio climático y la promoción de un desarrollo más sostenible.
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